EL ESTADO DE ALARMA DECRETADO…. ¿MEJORA LAS RELACIONES DE PAREJA?

Son muchas las parejas que se están redescubriendo en estos días en los que la convivencia habitual que venían teniendo era de entre 3-4 horas diarias, o incluso menos, se ha extendido a las 24 horas de cada día de la semana anterior, la presente y la próxima.

Cuando se empezó a decretar el aislamiento en casa como medida preventiva y posteriormente el estado de alarma, muchas personas viendo la que “se venía encima” de convivencia con la pareja, sintieron un cierto miedo, una inquietud ……¿Cómo vamos a poder con esta situación encerrados los dos en casa?, ¿Qué vamos a hacer? Y como respuestas automáticas a estas preguntas surgían ideas un tanto negativas como: me va a pedir que le ayude a…, va a estar todo el día sentado delante de las diferentes pantallas…, ya me tocará aguantar…, a ver cómo nos organizamos con el niño…., ¡que rollo todo el día juntos!… entre otras. A partir de éste momento muchas parejas empezaron a poner barreras entre ellos para defender lo que hasta ese momento habían ganado como su espacio, su tiempo, su rutina, sus actividades y ¿ahora?…..!no puedo hacerlo!

Pero en muchos casos, la realidad ha resultado ser diferente a estas expectativas tan negativas. Al pasar varios días, de 24 horas juntos, las parejas, los matrimonios han ido acercándose, acordando tareas, actividades y en muchos casos las nuevas rutinas diarias. Parece que, aunque se hubieran producido algunos desencuentros, discusiones, peleas recientes entre los dos, incluso algunas de ellas estuvieran sin resolverse la pareja de manera gradual y muchas veces sin proponérselo han ido acercando posiciones y, en muchos casos, acercándose entre ellos.  Resulta difícil, si no imposible conocer los factores que pueden explicar este hecho, pero de lo que hemos recogido podemos destacar los siguientes:

El tiempo de estar juntos es ininterrumpido. Con ello queremos decir que no existen actividades lo suficientemente fuertes como para que les permitan desconectar radicalmente durante un tiempo lo suficientemente largo como para que la discusión pierda fuerza o se llegue a olvidar. Cuando. por ejemplo, una pareja discute y “toca” ir al trabajo, “ayudar a los niños con los deberes”, o cualquier otra obligación, se mantiene el mal tono entre los dos aunque se esté en el mismo lugar. Este malestar sigue activo, se mantiene,  cuando la pareja se reencuentra,  este mal animo tiñe las actividades posteriores del día.

Ahora, aunque surjan estos desencuentros, nos seguimos viendo, tenemos que compartir el salón, la cocina, el cuarto a todas horas, no podemos salir de casa por lo que nos vemos obligados a suavizar posiciones, no se puede vivir hora tras hora, día tras día en estado de guerra permanente. Llega un momento, en el que uno de los dos hace algo, comenta algo y así rompe el hielo, el otro intenta recoger la iniciativa, por lo que poco a poco dejan el estado de guerra aparte entrando en otra situación más pacífica que les permite hacer más agradable la convivencia y buscar un mayor acercamiento.  Si el desencuentro es importante, lo tendrán que intentar solucionar en otro momento, pero realmente …..¿era tan importante la discusión?,  ¿merece la pena la bronca que teníamos?

En estos momentos, se tiene un objetivo común: la salud, el orden en casa, las comidas y las rutinas que ahora, solo dependen de los dos. Los otros temas como las salidas, el ocio del fin de semana, las visitas a las familias, etc. en estos momentos no son posibles por lo que nos tenemos que centrar en nosotros, en nuestras rutinas y pactos domésticos para aquellas actividades que antes parecían secundarias. Volver a trabajar juntos por el orden en la casa, en nuestro hogar y cuidarnos se ha convertido en el objetivo fundamental. Probablemente con el agobio del día a día con el que se venía viviendo, todos estos detalles habían llegado a subestimarse y ahora adquieren una importancia inesperada.

El estrés de la vida cotidiana que sufrían muchas parejas en las grandes ciudades ha desaparecido, las prisas, los agobios por aprovechar cada segundo de tiempo ha disminuido, parece que hay tiempo para todo. El tener que correr de un lado a otro, el llegar a tiempo ahora no es una prioridad.  Nos hemos olvidado de las llegadas a casa cansados y de mal humor, sin ganas de nada y en muchas ocasiones, pagándolo con los más cercanos.

La unión frente a la situación económica. Es verdad que la incertidumbre económica está ahí como la nube que amenaza tormenta o tsunami dependiendo de donde este posicionado cada uno en cada caso. Pero no es menos cierto que parece que los dos están buscando el mejor paraguas para defenderse de la lluvia, el granizo o la nieve que puede caerles encima, pero a pesar de ello, lo hacen juntos. Ahora se tiene un objetivo común y la necesidad de sacar adelante la familia, de poder avanzar en su proyecto común, de seguir haciendo sus planes, les ha llevado a unirse de una manera mucho más realista de lo que se planteaban antes de esta pandemia.

En definitiva y a modo de resumen, en esta situación en la que la realidad nos ha tambaleado lo suficiente como para poner los pies en la tierra, poner en valor lo que se tiene y se ha conseguido a lo largo de los años nos da la oportunidad de valorar lo que realmente es importante de lo que no lo es. El redescubrir que nuestras parejas están poniendo de su parte más de lo que esperábamos de ellas, quizás porque nuestros pensamientos estaban centrados en lo que no hacían, en lo que nos faltaba de ellos, en la infelicidad de nuestra relación o nuestro matrimonio. Y ahora gracias a esta situación de confinamiento vamos dándonos cuenta de que aunque nuestra pareja no se comporte o no sea tan a nuestro gusto como lo estábamos exigiendo hasta ahora, está a nuestro lado y colabora, hace planes, se preocupa por el bien común, etc. Es este un buen momento para reconocer que se sigue juntos, que frente a un problema real se hace “equipo”, que quizás nuestras expectativas sobre la felicidad en la relación eran demasiado irreales y fantasiosas, que hay que seguir buscando nuevos caminos y formas de hacer más positiva la convivencia y en definitiva de estar satisfechos con nuestras relaciones.  Pasemos a valorar lo que tenemos por convivir con el otro, por estar trabajando juntos y conseguir un equilibrio familiar.

Está claro que vivir esta situación no es suficiente para resolver todo los problemas y diferencias que hemos ido manteniendo a lo largo de nuestra convivencia, pero sí nos permite poder adoptar una posición más realista y estrechar el vínculo, el compromiso con el otro. A partir de este momento podemos decidir si es este un primer paso para plantear trabajar por una mejoría más estable en el futuro o si, por el contrario, estamos constatando una vez más, que los cimientos de nuestra relación se han debilitado tanto que ya no se quiere seguir manteniendo dicho proyecto.

Sí que confiamos en que esta situación de aislamiento en el hogar y con la familia propia marque un punto de inflexión, de reconsideración de lo que son las ocupaciones afectivas importantes en nuestras vidas y aquellas otras a las que veníamos dedicando nuestro tiempo, nuestros esfuerzos y en definitiva, nuestra energía emocional.

En esta situación en la que el tiempo parece haberse ralentizado, además de fijarnos en el comportamiento de nuestras parejas, podemos hacer el esfuerzo d mirarnos nosotros mismos y ser algo más conscientes de nuestras propias emociones y de la manera en la que  las manejamos.

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