LAS HABILIDADES NO TÉCNICAS DEL PSICOLOGO CLINICO EN EL ÁMBITO DE LA TERAPIA DE PAREJA: HABILIDADES ESPECíFICAS DEL TERAPEUTA DE PAREJAS
En este apartado nos planteamos el objetivo de enumerar, sin entrar en un estudio en profundidad, aquellas habilidades que además de las que hemos encuadrado como significativas dentro el proceso terapéutico, creemos en base a nuestra experiencia, deben formar parte del repertorio conductual del psicólogo clínico que trabaja en el ámbito de la terapia de parejas.
Entendemos que estas habilidades no técnicas pueden ser útiles en cualquier momento del proceso terapéutico y formar parte de programas de formación para psicólogos clínicos. Hemos detallado aquellas que creemos son las más relevantes, pero estamos convencidos de lo incompleto de esta descripción, sin embargo si que consideramos que son éstas las de mayor relevancia:
Directividad. Se trata de la capacidad del psicólogo para marcar el ritmo de las sesiones, de controlar los comportamientos y actitudes que no favorezcan el ambiente terapéutico constructivo, de gestionar el tiempo y del establecimiento y petición de tareas.
Mostrar una actitud colaboradora apoyando a la pareja en todo lo que favorece el aprendizaje, el avance en las sesiones y lo que ellos aportan en la consecución de los objetivos propuestos. El psicólogo se muestra receptivo a los problemas y dificultades que puedan plantear y les ayuda a resolverlos formando equipo con la pareja frente a los problemas.
El psicólogo como facilitador de la comunicación y las interacciones en la pareja ya que crea un ambiente seguro en el que se pueden abordar cuestiones difíciles y muy íntimas. Crea un ámbito en el que se pueden manejar los conflictos y las diferencias sin dañar la credibilidad y confidencialidad entre los miembros de la pareja. Así mismo facilita el avance de la terapia, adecuando las estrategias al estilo propio de cada pareja, lo que, a su vez, facilita el avance.
Contar con una amplia capacidad de equilibrar tanto en lo que se refiere a los distintos roles que él mismo profesional tiene que jugar en el proceso terapéutico (como educador, facilitador, colaborador……, entre otros) como para crear una fuerte alianza terapéutica con ambos miembros de la pareja para que se acepte su intervención profesional.
Tener una buena capacidad de introyección. Nos referimos a la habilidad de poder identificar, expresar y clarificar los aspectos emocionales implícitos de las personas cuando están en el contexto de la pareja y se están comunicándose entre sí
Esta habilidad resulta muy importante a la hora de entrenar a los miembros de la pareja a hablar desde la emoción ya que facilita la identificación de las emociones primarias básicas. De esta manera se puede generar en el otro una respuesta positiva de comprensión y aceptación, lo que aumenta el grado de intimidad de la pareja y debilita los mecanismos de interacción negativos con los que se venían comunicando.
Esta capacidad de introyección tiene una gran relación con la habilidad de identificar y expresar las ideas, creencias e interpretaciones que los miembros de la pareja puedan estar volcando en las interacciones de una manera automática. Cuando el profesional lo hace explicito también ayuda a que se reconozca la influencia de dichas cogniciones en la conducta (desculpabilizando de alguna medida, la conducta del otro).
Uso del humor y las metáforas como una habilidad para desdramatizar algunas situaciones problemáticas que con un simple cambio de punto de vista pierden carga negativa y facilitan su abordaje terapeútico.
Creatividad para poder adaptar la intervención al estilo, nivel socio-cultural y contexto actual de cada pareja. El mundo de la pareja constituye el entorno más cotidiano de las personas de ahí que la motivación por los cambios sea mayor cuanto más asequible se les presente a los dos miembros de la pareja las técnicas, las tareas, los objetivos de la intervención.
Cuando surgen conflictos en la pareja, la neutralidad del terapeuta facilita su papel de comunicador y mediador para poder buscar soluciones que satisfagan a ambos, pero que, ante todo, les ayude a resolver sus diferencias. El dejar juicios de valor fuera del contexto clínico y centrar los esfuerzos en buscar el avance en esa situación conflictiva debe constituir el objetivo prioritario para la pareja que se siente apoyada y guiada por el profesional. Los dos miembros dela pareja deben ser objeto de la misma cantidad de refuerzo por parte del terapeuta, aunque para cada uno sea diferente ya que ni sus estilos emocionales son los mismoo ni su comportamiento en sesión tiene por qué ser el mismo
Capacidad de trabajar los vínculos. En este apartado nos referimos al trabajo del vínculo y adherencia al terapeuta y a la terapia conjunta, tema que ya se ha comentado en otro apartado de este trabajo, pero sobre todo a la capacidad del terapeuta de analizar y profundizar en el vínculo que cada uno de los dos miembros de la pareja ha establecido y vive en relación al otro y a la vivencia del compromiso por la propia relación de pareja. Para ello es muy importante partir del conocimiento de los apegos primarios en cada uno de ellos. Evaluarlos y darlos a conocer para así fortalecer el vínculo por la relación al igual que se trabaja la autonomía e independencia de cada uno de ellos dentro de su propia relación.
Por último creemos de la importancia de que el terapeuta de parejas promueva en la pareja la aceptación de aquellas peculiaridades propias y del otro que difícilmente se van a poder modificar y que no parecen significativas ni fundamentales en la creación o en el mantenimiento de los problemas de la pareja. Entrenarles a respetar sus diferencias y a valorar la aportación que cada uno puede hacer al otro requiere del terapeuta la capacidad de integrar y dirigir los esfuerzos por la relación.
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