La familia es el contexto de desarrollo por excelencia durante los primeros años de vida de los seres humanos. Cuando hablamos de entorno familiar nos referimos fundamentalmente a los padres o tutores del niño; sin embargo, no debemos menospreciar la aportación de otros miembros de la familia: abuelos, hermanos…
En este artículo nos centraremos en la valoración del contexto familiar, dejando a un lado la recogida de datos sobre el niño, aunque esta tarea se realice en la misma reunión. El objetivo es revisar normas básicas, a tener en cuenta, para una buena gestión de la entrevista y comentar una serie de aspectos, que inciden en la dinámica familiar y que se deben evaluar con el fin de decidir el nivel de participación óptimo de cada uno de sus miembros en los procesos de diagnóstico e intervención, y conocer el grado de incidencia de las conductas familiares en la problemática del niño.
TRATAMIENTO DE LA INFORMACIÓN Y COMUNICACIÓN
Se ha escrito mucho acerca de la forma de realizar una entrevista en general, la que realicemos con los padres, tiene muchos puntos en común con el resto. Repasaremos aquí, brevemente, lo que consideramos más importante:
1º. La entrevista debe seguir unos pasos:
- Preparación (para recabar información y planificar el encuentro. Es donde suelen fallar la mayoría de las entrevistas).
- Inicio (para rebajar la tensión y centrar la reunión).
- Desarrollo (para dar y recibir información).
- Cierre (para resumir, informar de los pasos a seguir y despedirnos).
- Reescribir las notas (inmediatamente, para evitar olvidos).
2º. Las habilidades comunicativas del entrevistador. Resumiendo:
- Escucha activa (no interrumpir, afirmar, preguntar, resumir…).
- Empatía (ponerse en lugar del otro). Adaptar nuestro vocabulario al de nuestros interlocutores.
- Estar atento a la comunicación no verbal (propia y de los entrevistados). Sonreír honestamente.
- Controlar con flexibilidad la reunión. Saber preguntar y/o comentar.
Es normalmente la misma persona la que recoge la información de la familia y comunica el diagnóstico. En ambos procesos, más en el segundo que en primero, se pueden plantear situaciones difíciles. Consideramos que sobre el profesional que se entrevista con los padres, para recabar y transmitir información, recae una importante responsabilidad. Debería tener una adecuada formación y experiencia, tanto en su área de especialidad como en el trato interpersonal, debiendo estar preparado para entender, tolerar y contener los diversos sentimientos que se puedan producir en los padres, así como hacerse cargo de los propios, con la finalidad de poder mantener la distancia emocional necesaria para desempeñar de forma precisa su labor.
VALORACIÓN DEL CONTEXTO FAMILIAR
Para entender el comportamiento infantil es necesario analizar su entorno. Al ser la familia el contexto de desarrollo por excelencia del niño, debemos considerar una serie de variables en ésta, que nos ayudarán en el diagnóstico y tratamiento de una alteración o posible trastorno:
Miembros de la unidad familiar:
No es lo mismo ser hijo único que el cuarto de 5 hermanos, que viva algún abuelo en casa (o que los abuelos vivan cerca), que falte algún progenitor, etc.
El entrevistador debe recabar información del rol que juega cada miembro de la familia en relación al niño: quién tiene una relación más afectiva, quién le dedica más tiempo, quién está más preocupado, quién se encarga de llevarle a los sitios, quién juega con él…
Nivel socio-económico de la familia:
Una tarea importante es conocer las necesidades económicas de la familia, para ver como éstas influyen en la dinámica familiar y para poder aconsejar sobre diversos apoyos externos.
Nivel educativo de los padres:
El nivel académico de los padres influye en el desarrollo de los hijos. El lenguaje de los padres, sus formas, su vocabulario, etc., sirve de modelo al niño; por otro lado el nivel educativo de los padres tendremos que tenerlo en cuenta a la hora de la intervención; por poner un ejemplo extremo pero clarificador: no podemos pedir a un padre analfabeto que trabaje la lectura con su hijo.
Estilo educativo de los padres:
Actualmente, se consideran 2 pilares de socialización familiar: las relaciones afectivas y los comportamientos que suponen normas y restricciones.
En el campo de la educación de los hijos, el afecto y la norma son elementos necesarios para que un niño evolucione, madure y se adapte a su entorno. Es clave que haya un equilibrio entre ambos elementos para que el niño crezca sano física, emocional e intelectualmente. A partir de afecto y norma se formulan muchos tipos de padres, veamos los más clásicos:
ESTILO EDUCATIVO |
AFECTO |
NORMA |
DEMOCRÁTICO |
+/- |
+/- |
SOBREPROTECTOR |
+ |
+ |
PERMISIVO |
+ |
– |
AUTORITARIO |
– |
+ |
NEGLIGENTE |
– |
– |
Los padres más eficaces son cálidos, comprensivos y afectuosos, pero al mismo tiempo exigentes y firmes. Los niños gozan de un buen margen de libertad. Las normas existentes, claras, adaptadas a sus posibilidades y consistentes, se justifican; es decir, las normas se pueden cambiar si hay razones para ello.
Veamos como afecta la forma de educar de los padres en los hijos:
-
- DEMOCRÁTICOS: se distinguen por su elevada competencia social, madurez, independencia, autoestima y capacidad de autocontrol. Felices consigo mismo y generosos con los demás.
- SOBREPROTECTORES se caracterizan por su dependencia, tensión interna y un sentimiento de incapacidad (los padres al solucionarles los problemas les privan del aprendizaje, además de enviarles el mensaje de “no eres capaz”). La sobreprotección conlleva la falta de conocimiento de sí mismos y del mundo que les rodea, lo que tendrá un efecto de falta de confianza, seguridad y autoestima.
- PERMISIVOS: son por lo general alegres, espontáneos, vitales y creativos, pero dan muestras de inseguridad, inmadurez, dependencia, falta de persistencia, poca tolerancia a la frustración y dificultades para el control de sus impulsos con cambios frecuentes de humor.
- AUTORITARIOS: muestran las puntuaciones de autoestima más bajas, pocas habilidades sociales, tendencia a sentirse culpables y deprimidos, inseguros, irresponsables, disponen de escasa autonomía personal y autocontrol.
- NEGLIGENTES: presentan el perfil más problemático, con valores pobres de identidad, motivación y autoestima. Muestran dificultades en el autocontrol y en las relaciones con los iguales. Son propensos a los conflictos personales y sociales debido al escaso respeto a las normas y necesidades de los demás.
El entrevistador hará preguntas para tratar de conocer el estilo educativo de cada progenitor, o miembro de la familia con gran influencia sobre el niño. Las conductas negligentes, autoritarias, permisivas, sobreprotectoras y cualquier otra que se pueda considerar objetivamente inapropiada, conviene tenerlas en cuenta para, si fuera necesario, elaborar programas de intervención en los que se incluya el asesoramiento y la modificación de patrones familiares inadecuados.
Relación de pareja:
Si la relación de pareja es mala y los conflictos diarios, los niños sufren mucho.
Unos padres que discutan con frecuencia delante del niño, subiendo de tono hasta los gritos, los insultos, las amenazas o la agresión física, propician determinados trastornos o amplifican los ya existentes.
En los periodos críticos se deja en un segundo plano la relación de pareja. El desequilibrio introducido por la problemática del hijo influye considerablemente en ésta, lo que hará que, si la pareja no era consistente antes ahora se pueda quebrar. El círculo vicioso se cierra al transmitir el desequilibrio al niño.
El evaluador estimará si la pareja está de acuerdo en las líneas maestras de como tratar el problema. Indagará sobre cómo se organiza, si la carga de trabajo y emocional está repartida o no, si ambos se complementan, si colaboran, si se cuidan y apoyan mutuamente, si hay comunicación plena entre ellos… También deberá considerar las situaciones que se presentan ante separaciones, divorcios y nuevas parejas.
Ambiente familiar extenso:
Cuidar a un niño con un trastorno grave representa una carga tremenda para toda la familia, y los hermanos sanos y los abuelos no son una excepción.
Una familia unida se fortalece ante las dificultades, busca el bienestar de todos y cada uno de sus miembros. La calidad de vida de la familia extensa se traduce en calidad de vida del niño con dificultades.
Los hermanos sanos suelen tener sentimientos contradictorios cuando un hermano o hermana tiene necesidades especiales en la atención de su salud. Sentirse preocupados, por su propia salud o la de sus padres; olvidados; enfadados o culpables son algunas de sus reacciones más habituales.
El evaluador debe saber si los hermanos con edad suficiente son informados, si se les presta la necesaria atención y cariño; y si se les puede involucrar en determinados cuidados del hermano, sin que ello les suponga una carga.
La familia extensa es una fuente de apoyo social, que ejerce una labor importante en la reducción de las consecuencias negativas de los factores estresantes que el problema genera. Los abuelos, por lo general, desempeñan un papel de contención emocional y de ayuda incondicional poco valorado.
El evaluador debe tener en cuenta estos apoyos existentes y los potenciales, también las necesidades de los demás miembros de la familia extensa, para plantearse qué tipo de intervenciones pueden ser más eficaces.
La familia y el estrés:
Es importante distinguir entre los padres capaces de afrontar los problemas y los que se ven superados por los mismos.
A veces nos encontramos con familias que tienen un fuerte estrés debido a factores como: falta de trabajo, crisis matrimonial, muertes… Tener un hijo con necesidades específicas incrementa muy notablemente el nivel de tensión.
Es frecuente que ante situaciones vitales de estrés, los padres se vuelvan angustiados, incapaces, deprimidos, bloqueados, irritables, con sentimientos de culpabilidad… Estos comportamientos afectan a la relación familiar. Los niños pueden reaccionar con cambios que conllevan: inseguridad, negativismo, desadaptación, falta de concentración…, además de copiar los modelos de los padres en situación de estrés.
Los padres, para transmitir seguridad y tranquilidad es necesario que se sientan seguros y tranquilos. El evaluador verificará el nivel de ansiedad de cada padre, para tenerlo en cuenta a la hora de la intervención en el ámbito familiar.
Otras variables a considerar:
- Las ideas de los padres sobre el desarrollo y educación de sus hijos.
- Los valores familiares.
- La disponibilidad de tiempo de cada miembro de la familia, especialmente de los padres y, en menor medida, de abuelos y hermanos mayores sanos.
- Grado de implicación con el problema de cada miembro de la familia. Sus expectativas. Su compromiso y colaboración con la intervención.
- El escenario educativo cotidiano: objetos y estímulos que rodean al niño y las actividades y relaciones que se realizan en torno a los mismos.
- Relaciones entre la familia y su hábitat, con especial interés por las vinculadas con la problemática de su hijo (escuela, médicos, logopedas, instituciones…)
- Datos del entorno físico familiar (vivienda, barrio, etc.).
Los niños de riesgo tienen unas características personales determinadas que, aunque por sí mismas no sean un factor de riesgo, se convierten en tales cuando se vive en una familia con dificultades. Entre estas características se encuentran: niños no deseados, niños huérfanos de uno o ambos progenitores, o separados de éstos los primeros años de su vida; niños de una relación anterior rechazados por el nuevo cónyuge, niños enfermos, niños con discapacidades, niños con problemas de conducta…
Las familias de riesgo serían aquéllas desestructuradas, inestables y carentes de la seguridad necesaria, en las que destacan factores como: separaciones, abandono, muertes…; graves problemas económicos; conducta negativa en alguno de sus miembros (drogadicción, delincuencia…); inestabilidad emocional; maltrato infantil; violencia de género; falta de competencia para la educación de los hijos; etc.
En conclusión, el conocimiento del contexto familiar es vital, el niño en muchos aspectos es reflejo de su realidad familiar, de su cultura, creencias y expectativas. Es fundamental prevenir los factores de riesgo que conllevan el mal desarrollo del niño, sobre todo si éste, de por sí, presenta algún tipo de trastorno.
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