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Adolescentes, Cannabis y consumo de drogas

 
Cannabis y consumo de drogas ha aumentado, de manera considerable entre la población adolescente española.
Según los datos que maneja el Ministerio de Sanidad en su Informe de la Comisión Clínica del Plan Nacional sobre Drogas; el cannabis es la droga ilegal que más se consume en el mundo. Lo mismo sucede en España, donde es también la más extendida y la que se consume a una edad más temprana. Según los últimos estudios, el consumo de esta sustancia ha aumentado considerablemente en los últimos años en nuestro país, con un crecimiento más acentuado entre 1995 y 1999. De hecho, en 2003 aproximadamente 8.350.000 españoles declaraban haber consumido esta droga alguna vez en la vida (el 29% de la población de entre 15 y 64 años) y 3.255.000 la habían consumido en los doce meses anteriores a la encuesta (11,3% de la población encuestada).
Este incremento ha sido especialmente considerable en el caso de los jóvenes de entre 15 y 18 años. Entre 1994 y 2004, la prevalencia del consumo de cannabis en los doces meses anteriores a la encuesta entre este grupo de población se ha duplicado, pasando del 18,2% al 36,6%, y la edad media de inicio del consumo ha disminuido de 15,1 a 14,7 años.
La edad de inicio en el consumo del cannabis es un factor determinante en la evolución de los efectos de esta droga sobre la salud. Los resultados de los distintos estudios permiten afirmar que la adolescencia es un periodo crucial.
Los problemas y trastornos se acentúan cuando el consumo se inicia antes de los 15-16 años, probablemente a causa de que el cannabis produce cambios neurobiológicos durante determinados períodos del desarrollo del cerebro. En los adolescentes, este inicio temprano puede traducirse en un peor rendimiento escolar, aumento del absentismo, abandono prematuro de los estudios y una mayor conflictividad. En España, los datos de la Encuesta Escolar reflejan la relación entre consumo de drogas y fracaso escolar, medido por la repetición de curso. Entre los estudiantes que presentan fracaso escolar, el consumo de drogas, incluido el cannabis, es más elevado que en el otro grupo.
Además, un consumo regular expone al riesgo de la dependencia. Se estima que entre un 7 y un 10% de las personas que han probado el cannabis tienen riesgo de desarrollar un trastorno de dependencia.
El consumo de cannabis puede dar lugar a una serie de trastornos mentales descritos en la Clasificación Internacional de Enfermedades, entre los que destacan los trastornos de ansiedad y del estado de ánimo y, por su especial gravedad, los trastornos psicóticos. Los trastornos de ansiedad junto con los depresivos son las complicaciones psiquiátricas más frecuentes asociadas al consumo de cannabis.
El informe recoge asimismo los últimos estudios científicos que demuestran que el consumo de cannabis puede incrementar entre dos y tres veces el riesgo de aparición de psicosis a lo largo de la vida. Estos estudios evidencian que existe una relación de causa-efecto entre consumo de cannabis y aparición posterior de psicosis.  Esta relación depende de la dosis (a mayor consumo, mayor riesgo). También se ha demostrado que el consumo de cannabis al principio de la adolescencia aumenta el riesgo de psicosis posterior, sobre todo en aquellas personas que tienen una predisposición genética y, por tanto, una mayor vulnerabilidad. Se puede afirmar que el cannabis afecta al sistema dopaminérgico, que tiene un papel clave en el desarrollo de los síntomas psicóticos.
En cuanto a las admisiones a tratamiento por abuso o dependencia de sustancias psicoactivas, los últimos datos revelan que un 10,2% se debieron a consumo de cannabis. Estas admisiones se han multiplicado por tres en los últimos ocho años, cifrándose en la actualidad en torno a 5.000. Sin embargo, esta cifra es todavía baja, si se tiene en cuenta el elevado número de consumidores problemáticos que existe en nuestro país. Entre los motivos que los consumidores aducen para solicitar un tratamiento de deshabituación por cannabis destacan la pérdida de motivación, ideas paranoides y problemas respiratorios.
También ha aumentado de forma importante la proporción de urgencias hospitalarias por reacción aguda a sustancias psicoactivas con presencia también de cannabis, que ha pasado en los últimos ocho años de un 7,4%  a un 22,8%, según los datos de la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas. En este periodo no se han registrado casos mortales con presencia exclusiva de cannabis, aunque en un 20,2% de los fallecidos se detectó esta droga junto con otras.
En relación con la baja percepción de riesgo, este informe analiza las fuentes de información a las que recurren los jóvenes en materia de drogas y, más concretamente, sobre el cannabis. Según el Eurobarómetro 2004, estas fuentes son los especialistas y profesionales, los amigos e Internet, por este orden.
De todas ellas, Internet es la fuente de información que más ha crecido en importancia para los adolescentes en la Unión Europea en los últimos dos años. Frente a un 28% de los jóvenes europeos que recurría a Internet como fuente de información sobre el cannabis en 2002, en 2004 este porcentaje ascendía a un 34%. En Holanda y Dinamarca, más de un 60% de los jóvenes recurren a las diferentes webs de la red para informarse sobre esta materia, mientras que en España este porcentaje se sitúa en un 22%.
Tras constatar que la información sobre cannabis en la red no procede de  webs educativas ni de agencias públicas de salud o de investigación, y que las páginas más populares contienen informaciones alejadas de la evidencia científica, algunos investigadores han analizado la información disponible en Internet sobre las distintas drogas. En el caso concreto del cannabis, estos trabajos ponen de manifiesto que el 62% de las webs analizadas se muestran favorables al consumo de esta sustancia. Ante estos resultados, los expertos de la Comisión Clínica recomiendan tener en cuenta el papel de la red como proveedor de información a la hora de desarrollar nuevas estrategias preventivas.
En resumen este informe destaca los siguientes aspectos:

  • Las posibilidades de padecer trastornos neurológicos importantes aumentan cuando el consumo de cannabis se inicia en edades tempranas y están en relación directa con la dosis acumulada
  • Entre un 7 y un 10% de quienes han probado el cannabis tienen riesgo de desarrollar un trastorno de dependencia. El fracaso escolar, el abandono prematuro de los estudios, las dificultades de concentración y de socialización y la pérdida de memoria son algunos de los problemas más habituales relacionados con su consumo
  • Cada vez son más los jóvenes que se informan sobre drogas a través de Internet, pero la información sobre cannabis en la red no procede de webs educativas o de agencias públicas de salud. El 62% de las webs más populares son favorables al consumo de cannabis
  • Diferentes estudios demuestran un mayor riesgo de accidentes en las personas que conducen bajo los efectos del cannabis. Un amplio estudio realizado en Francia sobre 10.748 accidentes de tráfico mortales revela que su consumo triplica el riesgo de colisión
  • El 10,2% de todas las solicitudes para recibir un tratamiento de deshabituación son por consumo de cannabis, un porcentaje todavía bajo en comparación con el número de consumidores adictos a cannabis. La pérdida de motivación, ideas paranoides y problemas respiratorios son los principales motivos aducidos para solicitar tratamiento


Los psicólogos clínicos nos encontramos con importantes dificultades para abordar el tratamiento de los problemas derivados del consumo de cannabis, en especial con pacientes adolescentes que no tienen percepción alguna de problema y que conjugan con facilidad su decisión de consumo con el alto grado de tolerancia social que encontramos con respecto al mismo, además de su marcada actitud hedonista y recreacional.
El motivo de consulta, rara vez esta directamente relacionado con el cannabis y, suelen ser los padres o los familiares, quienes acuden a nosotros para abordar cuestiones como el fracaso académico, la falta de responsabilidad, la frustración fácil acompañada de bajos umbrales de descargas agresivas, el deterioro en las relaciones familiares, los cambios en el estilo de vida, las dificultades con las normas y las figuras de autoridad, etcétera.
Sí bien, cualquiera de estos problemas puede ser por sí mismo característico de diferentes entidades diagnósticas, todos ellos parecen aglutinarse en torno al cuadro conocido como Síndrome Amotivacional, que se define como un estado de pasividad e indiferencia, caracterizado por disfunción generalizada de las capacidades cognitivas, interpersonales y sociales. Pacientes con dificultad en el desempeño de tareas complejas, problemas de planificación y desarrollo de estrategias, sobrestimación de su propia capacidad y productividad, labilidad emocional, tolerancia hacia las conductas desviadas, problemas con las normas y las reglas sociales, en definitiva, un conjunto de síntomas que los expertos asocian con el consumo habitual de cannabis y consumo de drogas durante los últimos dos o tres años del paciente.
Los efectos del cannabis y consumo de drogas sobre el organismo se perciben de manera diferencial en función de factores como la cantidad de sustancia, la vía de administración, el contexto social en el que se produce el consumo y las variables propias de cada organismo. Serán los más jóvenes aquellos que presentan mayor vulnerabilidad por verse afectado, de manera directa, el adecuado proceso de maduración de su personalidad, el desarrollo eficaz de los procesos mnésicos  y los procesos de aprendizaje, entre otros, sin olvidarnos de las consecuencias inmediatas sobre su desarrollo físico saludable.
El paciente que acude a consulta de la mano de sus familiares no presenta, habitualmente, motivación alguna para el cambio y, prácticamente, en ningún caso relaciona lo que le ocurre con su consumo de cannabis, conducta que suelen ocultar o relativizar identificándola con comportamientos lúdicos socialmente aceptados e inocuos.
Lo primero que tendríamos que abordar es la motivación para que se incorporen al proceso terapéutico y el diseño de posibles objetivos de intervención, que aglutinen las demandas de sus familiares y los intereses del adolescente. No es recomendable empezar focalizando todo en el consumo de cannabis, es mas, conviene incluirlo en el repertorio conductual del paciente como un comportamiento mas, hasta que se establezca el peso y la funcionalidad del mismo. Los jóvenes no suelen plantear como objetivo dejar de consumir, pero acostumbran a mostrar un cierto interés por conocer la valoración profesional de su consumo, oportunidad que nos brindan para el proceso de evaluación y análisis funcional de las diferentes conductas identificadas como problema.
Una vez elaborada la propuesta de intervención, excepto en aquellos casos donde el cannabis aparece claramente relacionado con sintomatología,  que el paciente atribuye a su consumo (cuadros referenciales, crisis de angustia y ataques de pánico, obsesividad, ideación paranoide, etcétera). Nuestra experiencia nos dice que conviene establecer una escala de logros que no incluyan, de entrada aspectos como la abstinencia o la reducción del consumo.
El sujeto de la intervención puede acordar objetivos personales como mejorar su rendimiento académico, organización efectiva de sus tiempos y sus responsabilidades, resolución de conflictos familiares, y cualquier otro aspecto abordable desde la consulta, en la línea de mejorar su calidad de vida y la mediación con las demandas familiares. Podemos avanzar en estos objetivos  a través de las técnicas utilizadas en la intervención psicoterapéutica, hasta evidenciar la incompatibilidad de lo planteado como objetivo y el mantenimiento del consumo, será entonces cuando el paciente tenga que elegir la opción de mantener sus dificultades, a pesar de su intención de cambio, o revisar su consumo como variable directamente relacionada con el mantenimiento de los estados negativos.

Conclusión

Se abre entonces, en convivencia con los deseos y la motivación del paciente, la posibilidad de intervenir sobre el consumo como lo hacemos con cualquier conducta adictiva, sin olvidar la cantidad de variables asociadas a la misma y la necesidad de dotar al individuo de las estrategias de autocontrol que precise, para mejorar su capacidad de auto competencia frente a la sustancia criterio, para facilitar el auto cambio y el abordaje de la abstinencia eficaz.
 
José Carrión Otero
Psicólogo clínico especialista del Área de Asistencia Psicológica en la Adolescencia

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